Anteriormente en Biodroids:
Sarah y Jaden son dos biodroids defectuosos en busca de los sentimientos que nunca han podido experimentar. Ahora, ambos han podido saborear la pasión de una noche a solas con un igual, pero aún quieren más.
Ellie despertó pasado el mediodía. Se sentía totalmente tranquila, como siempre, pero algo había cambiado. Todo su cuerpo estaba invadido por una calidez desconocida.
Buscó en su memoria, intentando encontrar una palabra que encajara con la descripción de lo que sentía. «Espera». Ellie, de nuevo, estaba sintiendo algo. Ahora ya no podía concentrarse en buscar la palabra adecuada. Volvía a sentir un hormigueo en el estómago que la instaba a respirar profundamente y notar todo el cuerpo adormecido.
—¿Estás contenta? –le preguntó Jaden, el biodroid con el que había pasado la noche. Él la miraba con sus ojos negros completamente vacíos pero con una sonrisa en la cara. Ellie también quería poder sonreír como él, deseaba esa expresión. Ella necesitaba ser como Jaden y poder sentir cosas como la alegría y la lujuria.
Fue chocante para ella saber que lo que sentía era envidia… Y no era la primera vez. Simplemente no se había pardo a pensar en ello.
—No sé… –suspiró. Quería levantarse pero le pesaba el cuerpo; y él se levantó de la cama para encender un cigarro con una cerilla y bostezar antes de dar una larga calada, como un suspiro.
«¿Por qué cree que estoy contenta?», se preguntó Ellie, y después fue al baño a lavarse la cara y peinarse. De repente, su estómago estaba retorciéndose y no sabía por qué. La menstruación no tenía que venirle hasta dentro de un par de semanas, aunque aquello no era exactamente igual que lo que pasaba en sus ovarios cuando, inútilmente, ovulaban. Se miró al espejo unos instantes antes de meterse en la ducha. No lo hacía por ningún motivo en concreto. Lo hacía y punto. Siempre había sido así. Se miraba unos segundos por completo antes de ducharse y, después, volvía a mirarse, apreciando las diferencias del antes y el después de la ducha. Era algo así como un juego de memoria en el que siempre se dejaba algo. A veces, se miraba en el espejo mientras forzaba los músculos de su cara, intentando simular alguna expresión infructuosamente. No estaba hecha para las expresiones, aunque sabía emular los sentimientos delante de la gente. Sólo tenía que recordar los movimientos de las actrices en algunas de las películas que había visto y ¡voilà!
Aquella vez, pero, en vez de forzar inútilmente sus músculos, levantó las comisuras de sus labios con los dedos índices e intentó mantener la expresión. Fracaso. No quedaba igual que la de Jaden.
—¿Ellie? –la llamó él, desde la habitación–. ¿Estás bien? –Los factores que ella notó en sus palabras mostraban preocupación. Así que también puede sentir eso…, sopesó mentalmente.
—No me pasa nada –respondió, aunque en realidad aún sentía una notable pesadez en los brazos y el estómago seguía retorciéndosele de todas las formas, como pidiendo algo.
—Entiendo… –inspiró él, y ella notó alivio en sus palabras. ¿Acaso él creía que ella era virgen antes de hacerlo con él? Instintivamente se tocó el sexo, impoluto. Allí no había sangre de ningún tipo, por mucho que buscase–. ¿Puedo entrar? –le preguntó, esta vez sin sentimientos. Era una simple frase que había dicho porque eso era lo que se tenía que hacer. Y ella salió del baño para dejarlo pasar.
Cuando salieron de la habitación, Jaden pidió a Ellie que lo esperara en recepción mientras iba a comprar tabaco. Ella no comprendió el por qué pero tampoco preguntó. Cuando miraba a Jaden a los ojos, sabía que no le pasaría nada. Era algo parecido a la confianza pero sin llegar a serlo, y eso la confundía aún más. A lo mejor si simplificaba la situación conseguía algo: dos biodroids defectuosos. Estar juntos era la opción más lógica para poder seguir adelante sin que los atraparan. Sí, seguro que era eso.
Sin dejar de mirarse el ombligo, Ellie se apoyó en el mostrador e intentó averiguar a qué se debía el dolor de estómago. A su vez, el dueño del motel no dejaba de escrutar el cuerpo de la biodroid con sus pequeños ojos de cerdo, relamiéndose.
—¿Qué te pasa, guapa? –le preguntó el hombre–cerdo. Y Ellie no respondió. ¿Por qué todos le preguntaban por su estado? ¿Cómo debía responder?
—No lo sé –dijo al fin. Siempre decía lo mismo a falta de una verdadera respuesta.
Cuando el hombre la cogió de la muñeca y tiró de ella hacia la trastienda, supo que él era cómo su padre y qué era lo que quería de ella. ¿Volvería a dejarse hacer como siempre o haría algo? No lo sabía. ¿Por qué tenía que defenderse si no le molestaba?
Sin embargo, cuando le tocó las tetas y le levantó la falda. La mano de Ellie se movió sola y cogió un bate de béisbol para darle con él en la cabeza. No sabía por qué lo había hecho, pero se sentía inquieta y quería apegarse a esa sensación. Se había defendido porque que la tocara ese hombre la hacía recordar su pasado, y eso le provocaba una sensación desagradable que quería expulsar de ella.
Con el bate en las manos, Ellie se quedó mirando cómo su cuerpo soltaba lágrimas y se caían al suelo. Siempre había llorado después del sexo con su padre. No, ella no, su cuerpo siempre lo hacía. Pero ella nunca podía procesar esas emociones que llegaban a través de sus nervios… Y en ocasiones era incómodo. Sobre todo cuando se hacía daño y no se daba cuenta.
—¿Ellie? –la llamó Jaden, al otro lado del mostrador. En su cara ella podía ver los rasgos típicos de la sorpresa.
Pero eso le daba igual. Estaba sintiendo algo de nuevo. Algo que dejaba en segundo plano todo aquello que la estaba agobiando hasta hace unos instantes. Cuando Ellie vio a Jaden se formaron en su pecho burbujas de caramelo que estallaban y hacían cosquillas. Sin darse cuenta, sus labios formaron una precaria sonrisa que Jaden acogió con otra.
—¿Estás contenta? –volvió a preguntarle, y ella buscó su reflejo en un televisor apagado. ¡Esa era! La sonrisa que quería estaba allí y parecía de lo más natural.
—Creo que sí, Jaden –continuó con la sonrisa–. Me ha salido sola al verte –le dijo, como si necesitara demostrarle que era gracias a él.
—Vale, ¿pero qué es eso? –le preguntó mientras se acercaba a ella y le quitaba el bate de las manos.
Ese contacto con su mano hizo que las burbujas se hicieran más grandes y ella se aferrara a esa sensación. Cogió la mano de Jaden e investigó las variaciones de las cosquillas dependiendo de cómo lo tocaba. Índice con índice, era una leve chispa. Palma con palma, un chisporroteo constante. Entrelazaron sus dedos y Ellie acrecentó su sonrisa de tal forma que Jaden no pudo evitar besarla.
Ahora los estallidos eran petardos y Ellie acogió ese beso que no era para nada como los anteriores. No era posesivo ni caliente, era suave y hacía que ella pensara en nubes. ¿Qué era aquello que la estaba invadiendo?
—Iba a violarme –le explicó cuando dejó de besarla. Era la primera vez que Ellie decía esa palabra y le hizo pensar en barro ácido y sucio.
—¿Has tenido miedo? –quiso saber él, y pasó el pulgar por debajo de sus ojos, donde las lágrimas ya estaban secas.
—No lo sé. Lo que me importa es lo de ahora. ¿Qué es, Jaden? ¿Estoy contenta?
Si miraba su cara en el reflejo de la pantalla negra, ya no veía la simple sonrisa de Jaden, sino una más amplia. Ahora mismo tenía bajo la lengua un golpe de voz que quiso dejar salir. Sin darse cuenta, soltó una carcajada. Y se tapó la boca mientras se agarraba el estómago. Aquello era tan nuevo, tan agradable que quería mantenerlo para siempre.
—¿Tan feliz estás de verme? –le preguntó Jaden mientras la abrazaba por la cintura y ella soltaba otra carcajada de puro gozo.
—¿Es eso? ¿Estoy feliz? –Hasta su voz parecía alegre, y eso le gustaba.
—Y mucho. ¿Te gusta esta sensación? –Él también sonreía pero no parecía tan feliz como ella. Aun así, disfrutaba de lo que ella sentía.
—La quiero para siempre. ¿Y tú? ¿Lo sientes? –quiso saber ella mientras tocaba sus hombros, cara a cara.
Pero en vez de contestarle, Jaden la soltó y, con el bate en la mano de nuevo, golpeó el cráneo del recepcionista de tal forma que comenzó a salir sangre.
—Ya habrá tiempo para sensaciones, Ellie. No podemos descentrarnos –le hizo saber. Si llega a pasar alguien ahora nos podrían haber arrestado, pensó él.
Para simular un atraco, limpió el mango del bate y lo dejó caer sobre el cadáver. Aun con el trapo en la mano, abrió la caja y sacó todo el dinero. Arrancó la cinta de seguridad del video y se lo guardó todo en los bolsillos.
—La policía pensará que ha sido// −comenzó a decir, pero al ver la cara de Ellie se calló.
En un abrir y cerrar de ojos, Jaden había hecho desaparecer aquella bonita sensación que Ellie había intentado conservar con tanto esfuerzo. La sonrisa ya no estaba y las burbujas se habían deshinchado hasta dejar el vacío de siempre. De nuevo, no podía sentir nada así que simplemente salió del motel y lo esperó fuera.
—¿Vamos? –le dijo él cuando salió del motel y comenzó a caminar hacia la cafetería de dos manzanas más allá.
Aún cerrada en su silencio, Ellie siguió por detrás el paso lento y tranquilo de él, que no podía dejar de darle vueltas a la cabeza. Había matado a otro hombre sólo por intentar tocar a Ellie. ¿De verdad había hecho eso? ¿Por qué? Había acordado consigo mismo usarla para vivir mejor, no para encariñarse. Sin embargo, pensar en las manos de ese cabrón en su cuerpo y la sonrisa de ella al verlo lo habían hecho reaccionar de esa forma. Por supuesto, no se sentía culpable, pero le preocupaba su comportamiento; igual que ahora le preocupaba haber chafado la felicidad de la chica. Espera… Eso ya no era preocupación ni nada. ¡Se estaba sintiendo culpable, maldita sea! Era como si de repente se hubiera metido en un bloque de cemento que lo hundía y obligaba a pensar en Ellie llorando, en Ellie enfadada con él. Era una sensación desagradable que quería quitarse de encima ya.
—Perdona –soltó de repente, y se detuvo frente a ella, que lo miró con atención.
—Tienes mala cara –le dijo–. ¿Sientes algo? –Esa frialdad lo volvía loco. Quería volver a ver esa sonrisa.
—Me siento culpable, Ellie –confesó antes de cogerla de las manos−. Quiero que sonrías de nuevo para mí.
—¿Por qué?
—Porque así seré feliz. –Ella podía ver en la mueca de sus labios que estaba triste y sintió la necesidad de hacer lo que pedía, pero no sabía cómo.
—Hazme sonreír, Jaden. –Su nombre en sus labios le hacía recordar la noche anterior y le entraban ganas de llevársela de nuevo a la habitación–. Quiero hacerte feliz.
Apretó ligeramente los dedos de Ellie y se acercó a su oído. Ella entrelazó sus dedos con los de él y lo miró de reojo mientras Jaden decía:
—Te quiero, te llames como te llames –declaró, y los labios de Ellie se curvaron de nuevo. A la vez, los ojos se le llenaron de lágrimas.
Se había encariñado de ella, aceptó. A partir de aquel momento iba a mantenerla cerca de él porque había sido absorbido por esa voz, por esos ojos,… Por ella. Por supuesto, su físico había sido lo que le había atraído de un principio. Sin embargo, ambos apenas eran dos niños que no sabían nada dentro de dos cuerpos adultos que se atraen, que se buscan.
—Jaden, estoy llorando –le hizo saber ella entre sollozos. En su mente, aunque no la hubiera llamado por su verdadero nombre, no la había llamado Ellie.
—Lo sé, tranquila –sonrió él mientras la abrazaba−. Estás llorando de felicidad, ¿no lo ves?
—¿También estoy sonriendo? –quiso saber ella.
—Pues sí, y ahora mismo soy muy feliz –confesó mientras la abrazaba con fuerza y ella le devolvía el abrazo, hipando como una niña pequeña.
Esa dulzura de Ellie era lo que él quería proteger, y también lo que quería para disfrute personal. De la noche a la mañana, ella le había hecho sentir lo que nadie más en el mundo. Sentía que se rompería en pedazos si se alejaba de él, si otro hombre se acercaba a ella. Jaden, aun sabiendo que sentía algo, no supo llamarlo «celos».