Anteriormente en Biodroids:
Sarah y Jaden son dos biodroids defectuosos en busca de los sentimientos que nunca han podido experimentar. Ahora ambos conocen la ira, el deseo, los celos, la felicidad,… Jaden ha matado a un hombre por tocar a Ellie cuando siempre lo ha hecho por dinero, y se ha sentido culpable por hacerla llorar.
Cuando entraron en la cafetería, el olor del lugar hizo que a Ellie le sonaran las tripas y aquel dolor volviera. Ya no podía pensar en las palabras de Jaden y sentir felicidad. Únicamente podía concentrarse en aquel dolor y apretarle la mano.
—Jaden, me duele —le dijo cuando se sentaron lejos de la barra, lejos de mirones. Ella había decidido contarle a Jaden todo lo que le pasaba porque veía que era la forma más efectiva para dar respuesta a sus preguntas internas.
—Solo tienes hambre, Ellie —le hizo saber mientras la miraba de arriba a bajo. Tendrían que buscarle ropa decente o acabarían llamando demasiado la atención.
—Hambre… —sopesó ella—. Es molesto. Nunca lo había sentido.
—Yo sí —se jactó él con esa sonrisa que a ella tanto le fascinaba.
Él apoyado sobre su mano y ella correctamente sentada, parecían dos ricos comparando sus posesiones. Sin embargo, para ellos lo más preciado en el mundo eran esos sentimientos que se les acumulaban y crecían como flores en plena primavera.
—¿Vamos a comer, entonces? —le preguntó ella.
—¿Qué te apetece? —quiso saber él mientras abría la carta sobre la mesa. De momento podían ir pasando con el dinero del motel pero tarde o temprano tendría que iniciar a la chica en su «forma de vida».
—No lo sé. —Cuando decía esa frase, Jaden veía demasiado evidente que Ellie no era humana. Quería hacer desaparecer esas palabras de su mente.
—¿No ves nada de esto que te atraiga? —insistió, y ella lo miró todo por encima.
—No lo sé. —Y ante la mirada de él añadió—. ¿Huevos con beicon? —Parecía esforzarse en vano.
—A mí no me preguntes. Tiene que gustarte a ti, no a mí. —Jaden estaba acostumbrado a comer lo que le apeteciera y le parecía extraño que ella incluso careciera de gustos y aficiones.
—»Gustar» es algo que no sé cómo se siente —admitió Ellie mientras leía los nombres con la carta boca abajo sobre la mesa.
—¿Y yo no te gusto? —quiso saber él. Le había dicho que la quería pero no había tenido respuesta alguna, y eso le provocaba un ligero nerviosismo bajo la mandíbula.
«¿Me gusta Jaden?», se preguntó Ellie. Esa era una pregunta muy extraña que no sabía como responder. Creía que, si le decía que no lo sabía, él se enfadaría. Ahora mismo se estaba enfadando y era desagradable. ¿Cómo explicar lo que él le hacía sentir?
—Solo sé que cuando me tocas tengo burbujas en el pecho —le explicó en un susurro. No sabía por qué pero le costaba soltar las palabras, como si su cuerpo se negara a dejarlas salir de su interior.
—¿Burbujas? —Jaden se quedó extrañado. No era un «te quiero» pero era un comienzo—. ¿Dulces?
—Mucho.
—Ellie, si yo me fuera y te dejara aquí sola… ¿qué sentirías?
Otra pregunta complicada. El dolor que sentía en el estómago estaba creciendo pero se esforzó por imaginar que él la dejaba sola y se iba, que la abandonaba. Sin querer, una lágrima asomó en sus ojos y frunció los labios en un puchero adorable que a Jaden le supo como la más romántica de las confesiones.
—No te vayas —expiró ella en un sollozo contenido, y él deslizó su mano sobre la mesa para entrelazar sus dedos con los de ella. Adoraba la suavidad de su piel. Tenía ganas de abrazarla.
—No me iré, bonita. No voy a dejarte sola —confesó. Odiaba llamarla Ellie cuando sabía que ese no era su nombre.
—Vale —y una sonrisa tenue se asomó bajo las lágrimas.
Cuando la camarera dejó el plato de huevos con beicon delante de ella, el estómago de Ellie rugió como una pantera y se le encendieron las mejillas mientras su cuerpo se encogía. Miró a Jaden y él sonreía mientras la observaba.
—Es desagradable, ¿verdad? —quiso saber él.
—Sí. Es como tener un agujero en la barriga. —Cuando él la miraba no podía apartar los ojos de sus pupilas.
—Come, guapa —le sonrió antes de centrarse en su plato de tortitas.
Dispuesta a detener ese rugido constante de su cuerpo, pinchó un pedazo de beicon y se lo metió en la boca. De repente, en su pecho se formó un espiral efervescente que la hizo gemir.
—¿Está bueno? —rio Jaden.
—He comido otras veces beicon pero… —dijo aún masticando. ¿Cómo podía explicarlo?
Era crujiente, salado y sabroso. Jaden había dicho que estaba bueno pero el estómago de Ellie le decía que estaba delicioso, pidiéndole más. No quería dejar de sentir aquello que tenía en el pecho. Probó otro pedazo y tubo ganas de jadear, de gritar. Tenía bajo el diafragma una enorme «I» a punto de estallarle en la boca. Otro bocado más y tenía una «M». De repente sentía hacia ese beicon algo similar a lo que Jaden llamaba «gustar». Sabía que su cuerpo lo deseaba y que sin él se sentiría sola y lloraría. Frente la atenta mirada del biodroid, la chica devoró todo el beicon de su plato. Una vez acabado, la sensación de «gustar» desapareció. El beicon le había gustado y había saciado lo que su cuerpo pedía así que si le faltaba ya no se sentía sola. ¿Le pasaría así con Jaden una vez hubiese satisfecho sus necesidades? ¿Sentiría alguna vez que ya no lo necesitaba?
—Ellie —la llamó, y ella le devolvió la mirada—. ¿Qué te pasa? —El ceño fruncido de ella lo había preocupado.
—No me gustas, Jaden. —Aquellas palabras le dolieron. ¿Por qué ahora le decía eso?— Tú no eres beicon. El beicon me gustaba pero ya no. No es lo mismo. —La forma de decir las cosas que tenía ella era un poco complicada pero comprensible. Jaden suspiró de alivio y sonrió—. Es difícil. Si fueras comida serías una de la que nunca me saciaría. ¿Es raro que te diga esto?
Él la miraba a los ojos y veía la sinceridad llana de una niña. Era tan dulce y decía cosas tan bonitas con palabras tan simples… Él sentía que tenía que contenerse. Con una simple frase de esa chica ya deseaba besarla, abrazarla, y mucho más.
—Te quiero, Ellie. Tampoco me saciaré de ti nunca —le respondió, y ella soltó una risita de puro gozo y alivio.
—Me has entendido —sonrió feliz.
—Mientras me digas lo que piensas, te entenderé. —Y se le ocurrió una cosa—. Toma, prueba esto.
Jaden cogió el tenedor de Ellie y pinchó una patata antes de hundirla en la suave yema de uno de los huevos. Bajo la atenta mirada de ella, acercó el tenedor a su boca y ella dejó que le diera de comer. Saboreó la mezcla en la boca y sintió la sal de las patatas mezclarse con la yema del huevo de forma que sintió otro gemido en la garganta.
—Está delicioso… —suspiró cuando él le devolvió el cubierto.
—Si quieres repetir luego, dímelo. — Sentía que quería darle a Ellie todo lo que ella quisiera. Lo único que tenía en mente era hacerla feliz para poder seguir disfrutando de esa preciosa sonrisa. Y, por otro lado, le preocupaba que su estilo de vida la hiciera perder esa inocencia.
—¿Sientes algo? —preguntó ella con curiosidad. Quería que, igual que hacía ella, él también le explicara las cosas nuevas que sentía. Nunca había imaginado que «sentir» fuera algo tan increíble y quería seguir aprendiendo sensaciones nuevas.
—Lo de siempre… —contestó, y ella sintió que un globo en el pecho se le desinflaba. La desilusión se estaba abriendo paso por su robótica mente.
Lo cierto es que Ellie no carecía de emociones completamente. En su vida nunca había esperado nada de nadie, nunca había tenido cosas en común con nadie… Básicamente no había tenido oportunidades de sentir, aunque seguramente en los dos años en los que no tuvo una hermana era como una niña de verdad. Pero a aquel Pinocho se le había acabado la magia hacía años. Si fuera una máquina completamente, a lo mejor se podría haber pasado un anti-virus.
—¿Qué piensas? —le preguntó Jaden, pero ella se quedó mirando la televisión, donde estaban hablando de sus padres y la verdadera Ellie. Al parecer, los inspectores eran más listos de lo que ella pensaba.
—Creo que me están siguiendo… —Se acabó, pensaba. Van a venir a por mí.
—Yo tuve suerte porque me arranqué el localizador antes de matar al «jefe».
—¿Localizador? —se extrañó la chica—. ¿Tenemos de eso?
Y al segundo Jaden se levantó y tiró de ella a los baños. La empujó dentro y cerró con el endeble pestillo. Tenía que arrancarle el localizador ahora mismo o los matarían a los dos.
—Date la vuelta —le ordenó, sacando una navaja del bolsillo de su pantalón—. Esto dolerá pero después estaremos bien.
—Vale… —pero la voz de Ellie temblaba tanto como su cuerpo.
De repente sentía que algo la atrapaba por dentro y cuando Jaden hincó el cuchillo en su omoplato izquierdo ella gritó. La amordazó y tiró el cuchillo a un lado para hurgar en la herida mientras ella parecía perder el equilibrio. Se le estaba nublando la vista pero se mantuvo en pie porque había visto que Jaden estaba asustado. Era la primera vez que lo veía así.
Y Jaden solo pensaba en tirar el localizador por el retrete y salir corriendo de allí. Robarían un coche y se irían lejos. No podía perderla, a ella no. Si hacía falta dejaría de matar por dinero y estaría siempre a su lado. Sí… Pero en el fondo sabía que ya era tarde.
Arrancó el dispositivo y tiró de la cadena antes de enrollarse papel higiénico en la mano y parar la hemorragia de Ellie. Ya es tarde, se repitió de una forma casi inaudible.
—¿Ya está, Jaden? —quiso saber ella inocentemente.
—Sí, preciosa. Ahora vámonos de aquí —mintió, sonriendo. Era la primera vez que mentir le iba tan bien. Era la primera vez que lo hacía por amor. Sabía que nada más salir del local los avasallarían hasta dejarlos como coladores, pero estaría con ella hasta el final. No podía huir.
Cogió la mano de la biodroid y siguieron el camino al matadero sin dejar de mirarse a los ojos. Fuera ya se oían sirenas y avisos de «Biodroids peligrosos». La gente del local se apartaba a su paso y se abrazaron para salir a la vez por la puerta, completamente sincronizados.
En la calle el día parecía nublarse por momentos. Ellie estrujó la mano de Jaden. Era la primera vez que sentía miedo, pero la indestructible sonrisa de él la llenaba de esa pasión que solo habían podido disfrutar una vez, una única y perfecta noche. Así que sonrió también mientras él se ponía tras ella y la giraba de espaldas al cordón policial. La cogió de las mejillas con ambas manos y la miró a los ojos. No podía permitir que sufriera. Quería que muriera con esa preciosa sonrisa que solo él había podido disfrutar.
—Te amo, Jaden —lloró ella aun con la sonrisa en el rostro y con las manos sobre las de él. Sus ojos querían cerrarse pero los mantuvo firmes.
—Y yo te amo a ti, Sarah —la llamó por su verdadero nombre antes de besarla y abrazarla.
Sarah lo abrazó también y el amargor de la tristeza hizo más dulce el momento, haciendo su beso más cálido y húmedo. Las manos de Jaden se tensaron y sintió la electricidad por el cuerpo de ella, que de repente dejó de abrazarlo. Ahora ya nadie podría hacerle daño.
El cuerpo sin vida de la biodroid inexpresiva cayó en brazos del biodroid extraño, que no dejó de mirarla ni un momento mientras los agentes cargaban las armas y atravesaban su cuerpo. Sin embargo, la electricidad den él era tal que acabó por apagarse también, atenazando el cuerpo de su amada de tal forma que no pudieron separarlos, ni siquiera cuando los incineraron.