Aunque parezca simple a primera vista, describir de forma que cualquiera lo entienda a la perfección y se haga una imagen mental similar a la tuya no es moco de pavo. Necesitas cumplir una serie de requisitos para que, además de describir, esta descripción se convierta en una parte más del texto y el lector no sienta que le estás metiendo un pegote en mitad de la historia. Por eso, te voy a dar estos consejos sobre cómo hacer una buena descripción.
Orden
Es muy importante describir de forma ordenada. Por ejemplo, de arriba abajo o de derecha a izquierda. No deberías, por ejemplo, describir una habitación empezado por la cama y poner cosas alrededor, porque de esta forma el lector se hará un lío y tú puedes olvidar cosas.
Aunque el orden no es únicamente mental, sino también literal. A la hora de escribir lo mejor es ser claro y conciso y, si es necesario, hacer frases cortas pero ligarlas entre ellas con acciones, de forma que la descripción esté entremezclada con la narración. Esto también puede ayudar a no avasallar al lector con demasiada información de golpe. Recuerda que nadie puede estar dentro de tu cabeza y, si quieres dar una imagen concreta, te la tendrás que currar.
Comparaciones y metáforas
En este caso, también debes ser un maestro de la comparación. Si nos encontramos con que queremos dar una imagen que es complicada de describir siempre va bien recurrir a comparar el objeto con otro. Pero no se hace únicamente por necesidad, sino también para darle un toque artístico al texto que haga que sea más apetecible para tus hambrientos lectores.
Por ejemplo, un sable tendrá siempre una hoja curvada que en diferentes partes es más ancha, pero siempre se termina describiendo como una hoja de media luna. Aunque recomiendo siempre la originalidad, hay ciertas comparaciones que, al estar ya hechas y conocerlas los lectores, cuando intentas cambiarlas terminas por confundir en vez de innovar.
Sin embargo, también se pueden hacer descripciones mediante metáforas. Por ejemplo, el burbujeo electroestático que provoca la primera vez que una chica sale con el chico que le gusta, en vez de decir simplemente que está nerviosa. En prosa, las metáforas son menos usadas pero, bien hechas y con un lenguaje sencillo, pueden embelesar a todo tipo de lectores.
Colores, olores y sabores
Por supuesto, no podemos olvidarnos de tus amigos los adjetivos, que siempre están ahí, a la espera de que los uses. Todo el mundo conoce los siete colores del arcoíris (aunque al repasarlo mentalmente siempre falta uno, como con los pecados capitales o los nombres de los dedos), pero… ¿y si te dejas llevar un poco y te lanzas a crear ojos con los colores del otoño o cabellos del color de los girasoles? También tienes las tonalidades: aguamarina, malva, carmesí, púrpura,… que pueden ayudarte a dar variedad al texto y son mucho más artísticas que unos ojos azules.
En cuanto a los olores y sabores, son una rama de los sentidos poco explotada en los textos. Pero a mí personalmente me encanta comparar, por ejemplo, sentimientos con sabores o con olores, como la felicidad que se siente cuando, después de un día entero fuera de casa, te tumbas en la cama y sientes el olor del suavizante. O la amargura de un momento que puede recordarte al primer chupito de whisky del malo que te tomaste.