Saltar al contenido
Lorena S. Gimeno

Cómo escribir buenas frases para tu historia

Tenemos entre manos un pequeño resumen de nuestra historia. Su protagonista, los personajes secundarios y, si es necesario, al antagonista o villano también. Con esto, ya tenemos lo fundamental. Estos son los cimientos para poder construir encima el castillo que va a ser nuestra historia.

Lo que toca ahora es coger nuestras herramientas de trabajo y ponernos a escribir pero… ¿cómo empezamos?

Había una vez…

Hay demasiadas formas de comenzar una historia. Y la primera frase hará que el lector siga con la siguiente o no. En realidad, cada frase debe hacer que el lector quiera seguir adelante, pero la primera es la más importante porque, junto a la portada y la sinopsis, es la primera impresión que dará nuestra historia.

Por ejemplo, sabemos que los cuentos comienzan con el consabido “había una vez” o sus sinónimos: “érase una vez que se era”, “en un lugar de la Mancha…”.

Pero una novela no puede, a no ser que sea necesario para la historia, comenzar así. Debemos darle un empujón a nuestra historia y hacer que la gente recuerde la frase. Por ejemplo, para algunos mayores de veinte (y los menores que lo conozcan merecen un aplauso), ¿quién no conoce la primera frase de la primera película que se hizo de Star Wars? Lo sé, no es un ejemplo de la literatura precisamente, pero creo que es un buen ejemplo.

Personalmente, os comparto las primeras frases de algunas de mis novelas porque son ejemplos muy variados:

– “Aunque el sol del mediodía debería haber estado cegándome, la pequeña ventanilla del avión estaba tapada por una espesa cortina de agua y no me dejaba ver nada.”

– “[…] cuyas pupilas se dilatan.”

– “Cuando abrió la puerta a la policía, ya sabía a lo que venían.”

– “El tiempo pasa. Es lánguido y elástico como un enorme chicle que te engancha y te arrastra.”

En el último caso son dos frases, pero van muy entrelazadas. El caso es que cada uno de los ejemplos da un tono inicial a la novela: duda, desconcierto, calma, depresión. Y este tono predominará sobre el primer capítulo y los siguientes, si lo necesitamos, hasta que hayamos concluido el inicio de nuestro resumen, que incluirá la presentación de los personajes, la localización y cómo es la vida de nuestro protagonista hasta que se trunca en la siguiente parte: el nudo.

…y entonces…

Ahora que nos encontramos en el nudo, nuestra historia se ha truncado de alguna forma (todo depende del tipo de historia) y el frenetismo, misterio o tensión de la historia deberían bastar para hacer que el lector siga con su tarea y nosotros no debamos ser tan cuidadosos con las frases. Sin embargo, nunca está de más meter alguna joya en esta parte, una frase que perdure en la memoria, que identifique la novela.

Por ejemplo, tenemos las famosísima frase: “Y así el león se enamoró de la oveja”, de la primera novela de la saga Crepúsculo. Una frase que los fans más devotos han llegado a tatuarse.

Normalmente, este tipo de frases marcan un punto de inflexión en la historia, una resolución del o la protagonista que cambie su forma de ver las cosas, que le ayude a resolver el caso, que dé esperanza a su situación, etc. Debe ser una frase fácil de recordar, bonita de leer y pronunciar. Y, si puede ser, que tenga un sentido profundo y metafórico.

…hasta que.

Finalmente, las frases que utilicemos en el desenlace de nuestra historia prepararán al lector para lo que tiene que venir. Sea un buen o un mal final, nos lo tenemos que currar.

La frase más importante es la última. La que se quedará unos segundos en la mente de nuestros lectores y hará que decidan si les ha gustado o no la historia. Además de ser casi siempre la primera frase que leen algunos lectores curiosos; que antes de comenzar a leer se pasan por la última página a saber de qué va la cosa.

Así pues, esta frase debe tener el tono que queramos darle a la historia. Muchas veces suele ser similar al tono de la frase del principio, o incluso ser una resolución referente a esta primera frase, creando así un círculo que completará la historia y dejará “buen sabor de boca”. Como añadido, esta misma frase es mejor que no sea demasiado descriptiva de lo que ha sucedido. Así el lector curioso no se topará con el final.

En resumen, nuestras frases son alimento para nuestros lectores; y su sabor depende únicamente del tono. Así que debemos ser cuidadosos con las palabras que utilicemos.